Quien haya visto mis reportajes, sabe perfectamente que la
fotografía macro es, sin lugar a dudas, mi
preferida. Fotos llenas de detalles, cosas que vemos habitualmente, pero que
por su tamaño nos pasan desapercibidas. Tengo cierta debilidad por las gotas de
agua; esa perfección posada sobre cualquier superficie, tan redondas y con un punto
de apoyo tan pequeño, que podrían parecer montajes.
En sus orígenes el nombre atribuido a este tipo de fotografía era fotomacrografía, pero se ha ido acortando hasta quedarse en “macro” y a pesar de lo que la mayoría de la gente cree, no es una función de la cámara , sino un objetivo en sí. Es cierto que las cámaras digitales suelen ofrecer el modo macro ( suele representarse con una flor, (una especie de tulipán) con el que podemos acercarnos mucho al objeto, pero nunca lo suficiente, como para estar hablando de fotografía macro.
Entendemos por fotografía macro, aquella en la que el objeto aparece más grande de lo que es en realidad, sin necesidad de ampliarla; como en el ejemplo siguiente, el mismo abejorro se asustaría de sí mismo.
Ya he hablado en otros post de la importancia del fondo , en este tipo de fotografías debemos prestarle una mayor atención. Nos centramos en un solo objeto y tiene que quedar claro que es el protagonista, él y solo él, así que no pasa nada porque salgamos a la naturaleza con nuestra cartulina verde o negra debajo del brazo. Puede resultar un fondo improvisado muy útil, además como va a quedar difuminado, no se sabrá de que se trata. También nos pueden servir para evitar el aire, el mayor enemigo de los macros al aire libre. El trípode también es un buen aliado, para poder utilizar velocidades lentas si son necesarias y si además utilizamos el disparador automático, tendremos las manos libres para sujetar las cartulinas.
Otro punto importante es la profundidad de campo, en este tipo de fotografía es muy pequeña, así que si utilizamos el enfoque automático, no siempre conseguiremos que quede enfocada la parte del objeto que nosotros elijamos, por lo tanto, el mejor consejo para controlar el enfoque es que sea manual.
Todo esto está muy bien, pero ¿qué pasa si no tememos presupuesto para comparnos un objetivo macro? No pasa nada, existen alternativas, siempre podremos echar mano de las lentes de
aproximación. Podríamos llamarlas “filtros” ya que, acopladas al extremo de nuestro objetivo,
consigue aumentar las imágenes como si se tratase de una lupa.
Son fáciles de usar, así que no
tenemos que desmontar ni sustituir el objetivo. No influyen en la cantidad de luz que llega a
nuestra cámara. Su peso es insignificante y el precio puede variar
entre 15 euros si los compramos por internet y unos 30.
Aunque debemos tener en cuenta, que para conseguir una buena
nitidez debemos cerrar el diafragma más que con el objetivo, por lo que necesitamos una buena cantidad
de luz. Creo que es el único inconveniente que podemos atribuirle a este
accesorio.
Así que ya no tenemos excusas, manos a la obra y a descubrir
ese mundo minúsculo…